lunes, 12 de marzo de 2012
Parir y abortar, dos peleas de las mujeres
La terrible posibilidad de perder la consideración de ciudadanas de pleno derecho
BEGOÑA PIÑERO TERTULIA FEMINISTA «LES COMADRES»
La salud reproductiva es un derecho de las mujeres que está en el ámbito de los Derechos Humanos. Fue en el año 1994, durante la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo celebrada en El Cairo, donde se superaron los conceptos hasta entonces manejados de planificación familiar y anticoncepción como sinónimo de control de la natalidad, para definir la salud reproductiva como el hecho de llevar una vida sexual responsable, satisfactoria y segura, además de la capacidad de reproducirse y decidir, libremente, cuándo y cuánta descendencia se desea.
Desde el feminismo siempre se ha luchado por la libertad de elección en el ámbito de la reproducción.
Ahora bien, la elección solamente es posible si existen verdaderas alternativas, tanto para tener hijos e hijas como para no tenerlos. No olvidemos que en muchos países en vías de desarrollo se ha tenido que pelear por el derecho de las mujeres a ser madres, enfrentándose a políticas públicas de esterilización masiva o de elevados índices de mortandad materno-infantil por la escasez de recursos destinados a este fin. Y en todo el mundo el feminismo ha peleado por el derecho de las mujeres a la interrupción voluntaria del embarazo cuando ellas lo decidan.
No olvidemos que parir y abortar van unidos en el tiempo: existió y existe, en las sociedades más avanzadas y en las más retrógradas, con garantías sanitarias o sin ningún tipo de control, en regímenes democráticos o en dictaduras. Existió y existe incluso en las sociedades donde la religión y el poder político son uno, o en aquellos países donde la religión marca las pautas en determinados temas al poder político; ejemplos no faltan: Irán, Irlanda, etcétera. No nos engañemos, en todos ellos las mujeres interrumpen embarazos, las razones: muchas.
No queremos volver a la penalización o criminalización del aborto. Para ello necesitamos avanzar en la aplicación y desarrollo de la ley orgánica 2/2010 del 3 de marzo («ley de plazos»), en la que el aborto dejó de estar tipificado como delito y pasó a estar reconocido como el derecho que tienen las mujeres a interrumpir voluntariamente su embarazo y decidir sobre su maternidad.
Mientras se despide a las mujeres (con la última reforma laboral se les facilita mucho más a los empresarios/as) que quedan embarazadas o no se contrata a las que están en edad reproductiva, la sociedad mira hipócritamente hacia otro lado. Se culpabiliza a las mujeres, y a la vez se impide que sean responsables y tomen decisiones sobre sus vidas.
No olvidemos que España es un Estado social y democrático de derecho que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político, y precisamente por ello estos últimos años se han logrado grandes avances en derechos individuales y en el camino hacia la igualdad. Nos parece terrible que ahora se plantee siquiera la posibilidad de que las mujeres volvamos a no ser consideradas como ciudadanas de pleno derecho y no podamos decidir interrumpir voluntariamente nuestro embarazo.
Demandamos mantener un marco normativo amplio que garantice el derecho a la salud en su más amplia acepción y, con ello, nuestros derechos sexuales y reproductivos, y que vaya acompañado de medidas que aseguren la educación afectivo-sexual en todos los centros escolares y el acceso a los métodos anticonceptivos y a la anticoncepción de emergencia con cargo a la sanidad pública.
No quisiéramos terminar sin recordar que nuestra «Comadre de oro», Victoria Sau, nos dice que desde un punto feminista casi universal el aborto es una agresión al cuerpo y la psique de las mujeres que hay que evitar por todos los medios, pero que, en última instancia, agrede menos de lo que lo haría la continuación del embarazo cuando una mujer decide interrumpirlo.
El aborto provocado, sigue diciendo Victoria Sau, desde que existe patriarcado ha estado y está controlado por los hombres. Estar bajo control no significa que forzosamente tuviera que constituir delito y castigarse como tal. Significa, ante todo, que el hombre se ha reservado el derecho de intervenir legalmente en el aborto, sea para decir que no constituía delito, que sí constituía delito o para cambiar de una posición a otra.
Y por último: estamos hartas de que cuando en la vida real el colectivo de varones en su conjunto se permite delegar la responsabilidad de la contracepción, del cuidado de las hijas e hijos en las mujeres, luego pretendan inmiscuirse o interferir en la decisión responsable e íntima que solamente la mujer puede tener de cara a decidir si quiere ser madre o no, en qué momento y cuántos hijos quiere tener.
http://www.lne.es/gijon/2012/03/12/parir-abortar-peleas-mujeres/1212462.html