martes, 6 de marzo de 2012
Carta abierta de la Secretaria de la Mujer de CCOO a Ignacio Bosque, autor del informe “Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer”
05-03-2012. La secretaria confederal de la Mujer de CCOO, Carmen Bravo1, ha escrito una carta abierta a Ignacio Bosque, miembro de la Real Academia Española2, catedrático de Lengua Española de la Universidad Complutense de Madrid3, ponente de la Nueva gramática de la lengua española, y autor del Informe “Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer” publicado en EL PAÍS el domingo 4 de marzo.
La carta dice así:
“La lectura del Informe que ha elaborado para la RAE “Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer”, suscrito por el Pleno de la RAE en la sesión del 1 de marzo de 2012 y reproducido íntegramente por el Diario EL País (4.03. 2012), nos suscita algunos comentarios y precisiones que queremos hacerle llegar:
En CCOO, con el término guías agrupamos una serie de publicaciones (algunas, con carácter interno, dirigidas al personal de las organizaciones; otras, dirigidas al gran público) que recogen recomendaciones y alternativas para evitar que el lenguaje sea un instrumento generador de sexismo y consiguientemente de discriminación.
Usted, ponente de la Nueva Gramática de la Lengua Española, señala que se ha producido una “numerosa producción” en los últimos años, aunque es más preciso hablar de décadas -desde finales de los ochenta-, recomendaciones elaboradas en España y fuera de España, por los organismos citados en su Informe y otros muchos, entre ellos, UNESCO, Parlamento Europeo4, Comisión Europea… En España, se suman además prácticamente todas las CCAA, también Administraciones Locales (Ayuntamientos, Diputaciones), organismos dependientes diversos Ministerios (Policía local, Policía Nacional5, Instituto Cervantes…), Universidades, y otros organismos, como Consejo General del Poder Judicial… También pueden citarse servicios públicos y empresas públicas y privadas (bancos y cajas de ahorro, grandes superficies, empresas de transportes…).
Tanta unanimidad en las actuaciones debería mover a la reflexión a la RAE, y a usted, académico, catedrático y ponente de la Nueva Gramática de la lengua española. El conocimiento de la aparición de las numerosas publicaciones para la utilización de un lenguaje no sexista, debiera servir para reconocer una tendencia imparable de la comunidad hispanohablante y debiera vincular a la Academia a promover la utilización de un lenguaje no sexista; no sólo para dar mayor visibilidad a las mujeres a través del lenguaje, sino para no ocultar el componente dual y relacional del género social: mujeres y hombres.
Sus posturas refractarias (la suya y la de la RAE) alejan a esta institución de una demanda emergente de nuestra comunidad hablante y de la mayor parte de los organismos públicos y privados que quieren contribuir activamente al logro de la igualdad efectiva entre mujeres y hombres, como tal abundancia de guías y recomendaciones testifica.
Usted afirma en el Informe “La mayor parte de estas guías han sido escritas sin la participación de los lingüistas” y señala que estas alternativas no deben elaborarse sin el concurso de “profesionales del lenguaje”. Usted, Sr. Bosque no cree pertinente que se pueda tratar de lenguaje sin ser “profesional” del lenguaje, pero al parecer se puede tratar de igualdad de género sin tener en cuenta los fundamentos teóricos de la “teoría de género” o la legislación correspondiente.
Las Guías publicadas por CCOO han sido elaboradas y supervisadas por personal con formación académica y experiencia investigadora especializada y acreditada en las disciplinas de la Filología y de los Estudios de Género, formación multidisciplinar de la que parece carecer usted, pues o bien ignora o bien no considera relevante enfocar las cuestiones relativas a la igualdad entre mujeres y hombres desde una perspectiva de “género” (según la teoría de género en las ciencias sociales, con estatus de saber académico y código UNESCO correspondiente).
Un enfoque imprescindible que permite conocer que en cualquier esfera y dimensión de la vida social, mujeres y hombres no parten, en términos genéricos, de posiciones iguales o equiparables. Esta diferencia de partida se manifiesta en una desigualdad en el acceso a los recursos, al reconocimiento social y a los ámbitos de toma de decisión, por lo que mujeres y hombres han de considerarse de manera separada, para establecer sus respectivas necesidades e intereses propios.
Usted señala que nuestras Guías “contravienen no solo normas de la Real Academia Española y la Asociación de Academias, sino también de varias gramáticas normativas”. Nos preguntamos si las normas de la RAE y las gramáticas normativas que contravenimos son las mismas que mantenemos, recogemos y aplicamos al ámbito de las relaciones laborales según las recomendaciones de la legislación, de las normativas y de los organismos anteriormente señalados (Ley Orgánica de Igualdad, leyes autonómicas de igualdad; UNESCO, Parlamento Europeo, Comisión Europea…). ¿No será, más bien, que la RAE se sitúa al margen de estas recomendaciones?
Por ejemplo, y para que lo tenga presente la RAE, la Ley Orgánica de Igualdad establece: Art. 14.12. “A los fines de esta Ley, serán criterios generales de actuación de los Poderes Públicos: … La implantación de un lenguaje no sexista en el ámbito administrativo y su fomento en la totalidad de las relaciones sociales, culturales y artísticas”.
Art. 28.4. “en los proyectos del ámbito de las tecnologías de la información y la comunicación sufragados total o parcialmente con dinero público, se garantizará que su lenguaje y contenidos sean no sexistas”.
Sr. Bosque, usted reconoce como verdaderas las siguientes premisas: que existe discriminación hacia las mujeres; que existen comportamientos verbales sexistas; que numerosas instituciones autonómicas, nacionales e internacionales han abogado por el uso de un lenguaje no sexista -aunque esta legislación no parece que le vincule ni a usted ni a la RAE-; que algunas revistas científicas internacionales abogan por poner los nombres de pila para visibilizar el aporte de las investigadoras; que es necesario extender la igualdad social de hombres y mujeres, y lograr que la presencia de la mujer en la sociedad sea más visible.
Pero parece que tales premisas quedan relegadas cuando presenta la siguiente insalvable objeción al uso de estas Guías: “… suponer que el léxico, la morfología y la sintaxis de nuestra lengua han de hacer explícita sistemáticamente la relación entre género y sexo, de forma que serán automáticamente sexistas las manifestaciones verbales que no sigan tal directriz, ya que no garantizarían “la visibilidad de la mujer”.
Es aquí donde la aportación de la teoría de género de las ciencias sociales es fundamental. Como usted no la incorpora (¿Ignorancia?), es “ciego al género”. Puede existir cierta confusión por la homonimia del género gramatical y del género en las ciencias sociales, puesto que no parece entender la exigencia del protagonismo en la representación de los géneros, según el sistema de sexo-género. No parece discernir entre los sesgos de género (sexismo, androcentrismo) y sus efectos, y por tanto, para su entender es irrelevante que se produzca o no la “visibilidad de la mujer”.
Si “el uso genérico del masculino para designar a los dos sexos está muy asentado”, como usted dice, lo está, entre otras razones, por el sesgo androcéntrico de las instituciones, entre otras, la RAE, y de quienes son responsables de la vigilancia del buen uso de la lengua.
Por eso, desde Comisiones Obreras promovemos un uso de la lengua más inclusivo desde el punto de vista del género y más igualitario desde la práctica democrática del lenguaje y demandamos que la RAE también lo promueva.
Señala usted: “A manera de ilustración, indicaré tan solo que conozco mujeres (algunas, sumamente prestigiosas) que consideran ofensivo el establecimiento de cuotas que regulen su acceso a puestos de responsabilidad…”. Respetamos las opiniones de sus amistades, sobre la política de cuotas o cualquier otra circunstancia. Por nuestra parte, desde CCOO nuestra percepción es muy distinta: nuestra afiliación, mujeres y hombres, exigen mayoritariamente este protagonismo verbal compartido, y nuestros documentos sindicales recogen esta demanda. Por algo nos definimos estatutariamente como un “sindicato de hombres y mujeres”.
Nuestra apuesta por un lenguaje inclusivo de género no carece de fundamentos lingüísticos, ni de objetivos sociales, como son: democratizar el lenguaje y dar visibilidad social a los géneros femenino y masculino y lograr una sociedad más igualitaria y transparente desde el punto de vista del género lingüístico.
Por si le sirven para esclarecer su preocupación por el sexismo lingüístico, le recordamos, Sr. Bosque, cómo define la discriminación hacia la mujer la Convención para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW) (Art. 1): “A efectos de la presente Convención, la expresión -discriminación contra la mujer- denotará toda distinción, exclusión o restricción basada en el sexo que tenga por objeto o por resultado menoscabar o anular el reconocimiento, goce o ejercicio por la mujer, independientemente de su estado civil, sobre la base de la igualdad del hombre y la mujer, de los derechos humanos y las libertades fundamentales en las esferas política, económica, social, cultural y civil o en cualquier otra esfera”.
Los comportamientos lingüísticos que excluyen a las mujeres (por ejemplo, a través del uso del masculino genérico) son de facto comportamientos discriminatorios, aunque una parte de la población hablante no lo perciba como tal, y socialmente “no pasa nada”, como tampoco pasa por quien utiliza mal la lengua, a sabiendas o por ignorancia, en otros supuestos. Pero es exigible a las instituciones que no amparen dichos comportamientos.
Desde CCOO conocemos la exigencia que una parte importante de la comunidad hablante, fundamentalmente de las mujeres pero también de los hombres, nos hace llegar: el genérico masculino no les sirve y no les representa, con ese uso genérico, ni a ellas ni a ellos.
Poca confianza, Sr. Bosque, muestra usted en la competencia lingüística de la comunidad hispanohablante; muchos de los “problemas” que plantea teóricamente en su Informe no se van a dar porque, al hablar y, fundamentalmente, al escribir, cada hablante elabora su enunciado eficazmente para que responda a lo que quiere comunicar. Y en los nuevos tiempos cada vez más personas, mujeres y hombres, quieren comunicarse de manera corresponsable, con protagonismo compartido y sin que un sexo-género subsuma al otro. Quieren, queremos que el lenguaje se adecue a nuestras necesidades. Queremos que el lenguaje no sea un instrumento de exclusión y lo utilizamos en consecuencia.”
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