domingo, 6 de octubre de 2013

Sexismo cotidiano

by Irene y Marta A. • 1 de septiembre de 2013 El sexismo es algo totalmente cotidiano. Lejos de lo que pueda parecer a priori, es algo que todas las mujeres sufrimos a lo largo de nuestras vidas. Ilustración: Marta A. -------------------------------------------------------------------------------- Sólo por ser mujeres nos vemos sometidas a determinados comentarios y situaciones que nos colocan en un plano de inferioridad con respecto a los hombres. Ser vistas como carne, ser tratadas como seres estúpidos nacidos para complacer y que nos digan de todo por la calle es de lo más frecuente. Detrás de todo esto –y mucho más que hay- encontramos un problema todavía mayor al propio sexismo que encierran: la normalización. Considerar normal que nos griten groserías por la calle, pensar que las mujeres poseemos por naturaleza un don especial para limpiar, o restarle importancia a que nos toquen el culo mientras bailamos con nuestras amigas, hace que perdamos de vista el machismo que hay detrás de todo esto. De esta manera se va perpetuando. Es por eso que desde PK queremos aportar nuestro granito de arena visibilizando una pequeña parte de nuestras experiencias (hay más historias, algunas no incluidas por su gravedad). Si me pongo a pensar que todo esto sucede con una frecuencia pasmosa, se me pone la piel de gallina… Sigue pareciéndome increíble la cantidad de historias que hemos recogido solamente preguntando en la redacción. No es una cuestión individual: no es algo que me afecte solamente a mí, a mi amiga o a mi vecina, es algo que sufrimos todas. Ésta es una pequeña muestra de lo que a todas nos pasa. Optamos por hablar, por denunciar, por visibilizar. Tenía 13 años y volvía de dar un paseo con unas amigas. En mi misma calle me paró un hombre de unos 40 años a preguntarme por una dirección. Mientras yo le explicaba e iba mirando de reojo el coche que tenía parado en doble fila, él se fue acercando y cuando quise darme cuenta lo tenía encima tocándome el culo y la vulva. Le empujé y huí. Nadie antes me había tocado la vulva. Fue una experiencia horrible, volví corriendo y temblando a casa. De los 17 hasta los 20 años cuando volvía por las noches en tren de ver a mi novio, me enfrentaba prácticamente siempre a algún tipo de acoso: desde los mal llamados “piropos” hasta que me intentaran besar. Por supuesto, también persecuciones. Me fastidia comprobar que cuando paseo con mi pareja, al pasar delante de grupos de chicos voy menos tensa; y es que con él no me dicen nada. Sin embargo si voy sola soy blanco de múltiples “piropos” y mofas. Mi primera pareja me maltrataba psicológicamente haciéndome sentir inferior, estúpida, loca e infantil. Me sentía, en aquél entonces, como la culpable del mal funcionamiento de la relación. Nadie me dijo que estuviera siendo maltratada, lo tuve que ver y aceptar diez años después por mí misma. Tendría unos 10 o 12 años y salí alegremente con mis patines. Un chico de mi edad me acorraló contra la pared y me toqueteó todo el cuerpo de una forma muy agresiva mientras hacía comentarios obscenos. Volví a casa llorando y estuve mucho tiempo sin salir sola a la calle. Un tiempo después me lo volví a cruzar por la calle (no he olvidado su cara) y en esa ocasión “sólo” me tocó el culo… No sé si él se acordaba de mí o era una práctica habitual. La primera vez que tuve un pene de cerca fue en una parada de autobús cuando tenía quince años. Estaba hablando con una amiga tranquilamente y vi a un señor con la bragueta bajada mostrando como si nada su miembro erecto. No fue una primera vez muy agradable, la verdad. Mi adolescencia fue especialmente chunga a la hora de volver a casa. Para llegar a ella hay que pasar por un parque. Allí violaron a una de mis mejores amigas. Cada vez que tenía que pasar por allí sola, me entraba ansiedad, lloraba y recordaba toda su historia, temiendo que en cualquier momento me pudiese suceder también a mí. Mi último año de carrera mi grupo de amigos y yo teníamos entre nosotros una broma friki de ser un grupo de superhéroes y que cada uno tenía un poder especial y único. A mí me llamaban “Pajiwoman, el terror de los pajilleitors” porque tuve un período en que no paraba de encontrarme señores en el coche, en cualquier parte de mi ciudad, masturbándose como si no hubiese un mañana. Recuerdo cuando tenía 16 años, en el autobús de vuelta a casa siempre estaba el típico grupito que te hacía comentarios, te decía lo guapa que estabas y la pena de que estuvieses sola, etc., ¡de lo más desagradable! Al bajar en mi parada se bajaron conmigo pero yo no hice caso y seguí andando hacia casa y me encendí un cigarrillo. MI último cigarrillo. Al momento escucho detrás mío ¿me das un piti? Y me encuentro a la panda del moco del bus, les digo que no tengo más, se acercan a mí y me lo quitan de la boca. No dije nada y me fui cabreada/acojonada a casa. Cuando voy al trabajo paso delante de varios bares con sus respectivos obreros, trabajadores y parados varios que siempre tienen algún comentario que hacer… Creo que lo llaman “piropos” pero a mí lo único que hacían era sentirme incómoda. Claro… que como ya tengo una edad, un día paré en seco y les dije que gracias pero que no eran formas. Ahora me dicen “buenos días” :) . Cuando tenía 9 años iba con mi amiga por una calle de mi pueblo en un caluroso día de verano. Llegaron dos niños un poco más mayores (13 o 14) y empezaron a echarnos agua con unas pistolas de agua. Nosotras nos reímos y correteamos por la calle, como un juego. Llegó un punto en el que nos acorralaron contra una pared y mientras nos echaban agua -aún reíamos y pegábamos chilliditos- uno de ellos me metió la mano bajo la falda y me agarró la vulva con agresividad. Les empujamos y salimos corriendo, y seguíamos riendo, aunque mi risa ya era forzada. Empecé a darme cuenta de que los chicos ya se interesaban por estar cerca de mí por razones muy ajenas a mi personalidad o mi habilidad para jugar al fútbol. Tendría unos 20 años cuando fui a una romería. Era un día con carretas y caballos, por el campo y hasta las tantas de la madrugada. Todo el mundo acaba fatal, y el camino de vuelta es más peligroso porque todo el mundo sabe que los caballistas van borrachos, y al fin y al cabo, estás en un carril en medio del campo sin iluminación. Me hacía ilusión montarme en un caballo, ya que hacía años que no lo hacía. En el camino de vuelta, alguien me presentó a un caballista y me preguntó que si quería montarme con él, que me daba una vuelta. Mi yo idiota y borracho dijo alegremente que sí y se montó delante de él, de modo que él me rodeaba con sus brazos cogiendo las riendas y yo quedaba en medio entre la cabeza del caballo y él. Al cabo de unos minutos me di cuenta de que habíamos avanzado mucho en el carril, y que mi carreta quedaba muy atrás, tanto que no se veía más que una luz en la lejanía. Me di cuenta de que estaba sola, en medio del campo, con un hombre al que no conocía de nada. En ese momento empezó a besarme por el cuello y a manosearme con violencia. Le dije que parara, casi gritando, pero no me hacía caso. Era una situación desesperada y yo no podía escapar, el caballo era muy alto y no sabía bajarme. Opté por tirarme del caballo y salir corriendo carril abajo, hasta que encontré mi carroza y me eché a llorar. Todos se lo tomaron muy en serio, pero me preguntaban que quién era con quien me había montado, y yo no podía recordar su cara. Estaba borracha, así que ya estaba todo dicho. La guinda del pastel vino un rato más tarde, cuando caminaba agazapada en los brazos de un amigo -que intentaba tranquilizarme-, aún llorosa. Dicho “amigo” se acercó e intentó besarme. Joder, ¿en serio? Cuanto tenía 16 años mi vecina tuvo unos huéspedes un tanto particulares, sobre todo uno de ellos. Yo era una cría, y estos eran hombres de negocios “oscuros”, no sé bien a lo que se dedicaban pero las habladurías del barrio decían que eran traficantes, que tenían un puticlub… No sé, el caso es que durante las semanas que estuvieron en casa de esta vecina, de negocios también “rarillos”, no sé cómo pero consiguieron el teléfono de mi casa. Me llamaban (siempre una voz principal y risas y voces secundarias) cada vez que me quedaba sola. Eso era lo que me daba más miedo pues sabía que me observaban. Jamás lo hacían cuando estaba mi madre, padre o hermana. Imaginaos lo que ese hombre me decía. Cada vez que salía del instituto corría como una posesa para meterme en mi casa. Alguna vez se me cruzó en un coche a la salida del instituto, no recuerdo su cara pero sí muy bien su voz. Respiré tranquila cuando me enteré que se fueron del barrio pero durante un buen tiempo estuve obsesionada con el teléfono y me sentía observada continuamente. Mientras estaba en la facultad, solía ir de tanto en tanto a un mercado de mi ciudad a buscar libros antiguos con una amiga. Al salir, siempre contábamos los viejos que se habían rozado contra nuestro culo en los pasillos llenos de gente. Y había unos cuantos que utilizaban esa estrategia… Aprendí de la peor forma posible que, a pesar de que se vea un caso de violencia machista, por parte de los espectadores puede haber atenuantes: cuando tenía 13 años, estaba enamoradilla de un chico de mi clase. Pero se ve que al chico en cuestión no le debía hacer mucha gracia porque en medio del parque donde íbamos todos después de clase, me acorraló contra una pared y delante de media clase, apretó las manos en mi cuello. Un intento de estrangulamiento en toda regla ¿no? Pues nadie quiso acompañarme a decir nada al colegio, sólo una amiga que dudó un poco. Los profesores no me hicieron ni caso y claro, como nadie quiso decir nada, ahí se quedó todo. Eso sí, todos decían: “pero si él es muy buen chico, quizá es que tú le has puesto nervioso”. Y esto cuando éramos casi niños, espero que nadie les tenga de testigos ahora en un caso parecido… Hace un par de años tuve que ir a hacerle papeleo a una amiga al rectorado de mi universidad, porque ella estaba fuera de la ciudad. Me equivoqué de parada de autobús porque no sabía muy bien cómo se llegaba y tuve que cruzar un parque que hay al lado de la universidad. Serían las doce y pico de la mañana. De repente oí que alguien me llamaba y vi movimiento detrás de unos matorrales. Había un hombre diciéndome obscenidades y masturbándose. Me asusté muchísimo y aceleré el paso para salir de allí. No había nadie más cerca y me dio mucho miedo decirle nada, porque no sabía lo que me podía hacer. Hace cosa de un mes iba de camino a la parada del autobús y un hombre bastante mayor hizo un comentario obsceno sobre mi pecho. Lo más curioso del asunto es que yo llevaba una camiseta que no era ceñida y que me tapaba hasta el cuello. Creo que es ilustrativo de cómo lo que llevemos puesto o lo que hagamos no tiene nada que ver ni es la causa por la que sufrimos este tipo de acoso. La semana pasada volvía de tomar unas cervezas con una amiga. Dos chicos que venían de frente nos preguntaron por un bar, y yo les dije que justo veníamos de allí y ya habían cerrado. Uno de ellos se presentó, educadamente, y después me dijo que era muy guapa y que se había enamorado de mí. La situación empezaba a incomodarme y le dije que nos íbamos ya a casa y empezó a insistir para que me fuera con él a la suya. Finalmente intentó besarme cuando claramente yo no quería hacerlo, y tuve que apartarme rápidamente. Hace muchos años, en el instituto, yo llevaba un piercing en el labio con forma de pincho. Tuve que soportar comentarios de dos profesores distintos diciéndome que si no le hacía daño a mi novio cuando hacíamos ciertas prácticas sexuales. Nunca me atreví a protestar por ello porque el resto de la clase se reía de los comentarios y me decía que no era para tanto, que era sólo una broma sin mala intención. En una tienda, el dependiente se fijó en que tenía un piercing en la lengua y me dijo que le gustaba, porque su anterior novia lo tenía y cuando practicaban sexo oral le daba mucho placer, y que no le importaría probar conmigo. ¿Y vosotras, Fridas? ¿Cuáles son vuestras experiencias? Si además queréis leer o aportar más experiencias de sexismo cotidiano para un proyecto de visibilización, visitad la web Sexismo Cotidiano. También tienen site de Argentina. Están en Facebook y tienen Twitter España y Twitter Latinoamérica. Proyecto Kahlo http://www.proyecto-kahlo.com/2013/09/sexismo-cotidiano/

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